Dentro de los trastornos alimentarios, la anorexia nerviosa con sus 2 variantes tanto en restricción como en purga han logrado un espacio por derecho propio en las patologías más representativas de nuestra sociedad de consumo frenético y del culto a la imagen y al cuerpo como objeto de éxito y de lujo. Este espacio de re-conocimiento se ha ganado con los años y con el trabajo ingente de los especialistas que se han dedicado a tratarla. También gracias a las personas que la han padecido y padecen, por su valentía para reconocerla y visualizarla en una sociedad cada vez más estereotipada.
Sin embargo, no todas la problemáticas que tienen que ver con el cuerpo y con la imagen gozan de ese lugar de visualización, entendimiento y ni mucho menos de trabajo tanto clínico como académico. Uno de esos caso es la Vigorexia o inicialmente conocida como Anorexia inversa.
El primer trabajo serio data de 1993, año en el que el Doctor Harrison G. Pope publica el artículo donde se estudia esta enfermedad que concluye como psicosomática gracias a un grupo de 108 varones. Ya en esa fecha, se llegó a estimar que casi el 8% de la población que acudía al los gimnasios de USA podría estar aquejada. Estudios llevados a cabo en Valencia llegaron a la estimación de un posible 22% dentro de la misma población de gimnasio y masculina que podían tener un consumo de anabolizantes y esteroides (Fanjul, 2008).
A pesar que la Vigorexia no esta incluida como enfermedad mental en el DSM-IV, y que se la considera como una disfunción psicosomática, comparte patrones muy similares a los que encontramos en la anorexia, entendida como gran representante de las enfermedades vinculadas a la autoimagen física.
Una de las características que comparten, y que resulta llamativa al realizar la comparativa, es la distorsión de la imagen que sufren los aquejados de las 2 enfermedades. Si la persona con anorexia percibe su cuerpo con un tamaño mucho mayor al real que se puede objetivar por ejemplo con una cinta métrica, el por lo general hombre con vigorexia percibe su cuerpo muy por debajo de la masa muscular que posee.
En un estudio realizado en el año 2000 por el mismo doctor Pope, esta vez con 200 varones de USA, Francia y Holanda, los participantes de media eligieron un cuerpo ideal entre 4 opciones que se les presentaban, unos 13kg por encima su propio físico. Y es de suponer que eran hombres con un índice bastante elevado de por sí.
En la base de ambas afectaciones podemos encontrar un miedo a la vulnerabilidad, que se busca suplir y soliviantar con una especie de armazón física según los criterios que se entienden más vinculados al éxito y a la deseabilidad de nuestra era actual. En la mujer seria la delgadez y en el hombre el músculo. Ambos deben compartir la misma adulación o inversión por unos valores que seguramente también hacen de parapeto a los agresiones a las que todos estamos expuestos en nuestro día a día como pueden ser la comparación a la baja, el desmerecimiento, la crítica exacerbada y en el fondo el aislamiento. Cuales serían esos valores? Probablemente una confianza en la capacidad del sacrificio que estaría basada en esa premisa ya criticada por Ortega y Gasset cuando decía que la gran falacia del sistema capitalista era que podemos conseguir todo lo que nos propongamos. No sé si se refería incluso a cambiar nuestra constitución física.
Sea como fuere, los especialistas tienen dificultad para encontrar una definición unitaria para la vigorexia, lo cual hace difícil que investigaciones y estudios puedan generar un conocimiento aplicable a la práctica clínica o que al menos se rija por un mismo patrón. Usaremos a modo de cierre la propuesta por J.I. Baile. Vigorexia: alteración de la salud caracterizada por una preocupación patológica de ser débil y no tener suficiente desarrollo muscular del cuerpo, y que se manifiesta en la incapacidad de ver con exactitud el tamaño del propio cuerpo, con pensamientos obsesivos, así como comportamientos negativos relacionados con la apariencia.
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